La universalidad de internet

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by Cristina Pérez-Cordón, Ph. D

¿Alguna vez ha hecho una dieta digital? Yo sí. Forzosa, para ser más exacta, ya que pasé casi dos semanas en un país catalogado como “no libre” en el informe de “Libertad de la red” (2017) elaborado por Freedom House. Dicho informe se basa en tres factores: los posibles obstáculos para acceder a internet, las limitaciones de contenido y las violaciones de los derechos de los usuarios. De hecho, aunque parezca chocante, solamente 15 países están catalogados como “libres” en estos momentos. Aún nos queda, pues, mucho camino por recorrer, y a mí, la esperanza de volver a aquel país y poder navegar por internet con esa libertad a la que estoy acostumbrada.

Estado de la cuestión

Según los datos arrojados por We are social, más de la mitad de la población mundial usa internet y dispone de un teléfono inteligente. Un tercio de la población mundial utiliza las redes sociales y el 55% de las conexiones activas no se hacen ya desde ordenadores sino desde el teléfono. Esto significa que podemos estar conectados prácticamente todo el tiempo y desde cualquier lugar. Esta tendencia a vivir conectados sigue creciendo, a pesar de todos los temores que giran en torno a la falta de privacidad.

Si pensamos en un internet lo más universal posible, quizás el primer problema que nos venga a la mente a luz de lo anteriormente explicado es que hay una gran parte de la población que no tiene acceso a la red. Esto es cierto. Sin embargo, las personas que están conectadas también se enfrentan a otro tipo de retos, algunos más evidentes, como el caso del precio abusivo de internet en algunos países, y otros más sutiles, como la posible manipulación de contenidos que conlleva el monopolio de determinados mercados digitales. De hecho, no hace tanto que fui consciente de que casi todo lo que compro es lo que pone a mi disposición Amazon y casi todas las series que veo son las que ofrecen Netflix y Hulu. Esto, en sí mismo, no es malo, siempre y cuando yo sea consciente de ello. El problema viene, creo, cuando no es una elección reflexionada sino una especie de imposición muy bien camuflada: lo que leo, lo que compro, lo que escucho y lo que veo es lo que las grandes empresas en la red me permiten o me incentivan a leer, comprar, escuchar y ver.

El concepto de “Universalidad” y los Principios DAAM: un buen punto de partida

En el año 2015, la UNESCO adoptó el concepto de la “universalidad de internet”. La idea se basa en el enorme potencial que presenta la red a nivel mundial en la llamada Sociedad del Conocimiento, cuyos principios claves son la libertad de expresión, la educación de calidad para todos, el acceso universal a la información y el conocimiento, y el respeto por la diversidad cultural y lingüística. En este sentido, internet es, sin duda, un arma poderosa capaz de hacer aportaciones significativas en ámbitos esenciales como la paz, el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza, por mencionar algunos.

Esta universalidad se mide a través de los llamados “Principios D.A.A.M.”[1], por sus siglas en español: derechos, apertura, accesibilidad y multiplicidad. Los cuatro están íntimamente relacionados entre sí, son caras de una misma realidad y, como tal, no se entienden los unos sin los otros.

 

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Fotografía tomada de https://es.unesco.org/internetuniversality/about
  • Derechos (D) – Internet está basado en los Derechos Humanos: la universalidad de internet nos obliga a considerar la gran cantidad de interdependencias e interrelaciones entre internet y distintos derechos humanos, tales como la libertad de expresión, el derecho a la intimidad, la participación cultural, la igualdad entre hombres y mujeres, el derecho de asociación, la seguridad, el derecho a la educación, etc.
  • Apertura (A) – Internet está abierto a todas las personas. Este principio pone de relieve la importancia de algunos aspectos tecnológicos como por ejemplo las normas abiertas, los protocolos de acceso abiertos al conocimiento y a la información pública, así como la importancia de la facilidad de acceso y de la ausencia de monopolios.
  • Accesibilidad (A) – Internet es accesible para todo el mundo. Engloba cuestiones de acceso y de disponibilidad técnica con una mínima infraestructura de conectividad. Aboga por la eliminación de discriminaciones digitales como las basadas en el nivel cultural, en el idioma, en los ingresos económicos, en las discapacidades, en las desigualdades entre el medio urbano y el rural o entre hombres y mujeres. Además, resalta la importancia de comprender nuestro papel como “prosumidores”, esto es, como productores de contenidos, códigos y aplicaciones y como consumidores de información y servicios. Esto último pone de relieve la necesidad de alfabetizar a cada persona para permitirle participar en la red de forma crítica, competente y ética.
  • Participación de múltiples partes interesadas (M): internet se nutre de la participación de cada persona interesada. – Esto significa que internet no puede considerarse solo desde el “lado de la oferta”, sino que es necesario incorporar una visión centrada en el usuario. De este modo, teniendo en cuenta a todas las personas desde un punto de vista social y económico podremos acercar los intereses de las distintas partes, estableciendo mecanismos de participación que contribuyan a establecer normas compartidas que mitiguen los abusos de internet. Es, en definitiva, una apuesta por la gestión compartida de la red.

Cada uno de los principios cuenta con una lista de indicadores creada a partir de un programa de consulta ciudadana lanzado por la UNESCO[2], y cuyo borrador final ha sido publicado este mes (octubre de 2018). Estos indicadores son tanto contextuales/generales como específicos, de tipo cualitativo y cuantitativo, y pretenden ayudar a los gobiernos y otras partes interesadas a evaluar la universalidad de su internet, prestando especial atención a las cuestiones de género y a los intereses de la infancia y de la adolescencia.

El objetivo, en última instancia, no es comparar ni hacer un ránking de países, sino ofrecer una herramienta que ayude a identificar tanto logros como áreas de mejora. Solo teniendo esta información presente será posible hacer las recomendaciones necesarias para que los gobiernos elaboren políticas encaminadas a proteger, favorecer y promover la universalidad de internet, con todo lo que ello conlleva. Esto es especialmente importante en una sociedad en la que, como explica el propio Informe de Debate de la UNESCO, hay una evidente y creciente “internetización” de la educación, las ciencias, la cultura y la comunicación y la información.

Una reflexión final

Este año se cumplen 29 años del nacimiento de internet. Como dijo Berners-Lee, creador de la web, en una carta abierta al periódico The Guardian publicada en marzo de este año, el futuro de la web no es solo para los que están conectados, sino también para aquellos que todavía no lo están. La poderosa economía digital de hoy exige estándares sólidos que equilibren los intereses de las empresas y los de la sociedad en general, y para ello debemos tener en consideración a un sector de la sociedad lo más diverso posible. Solo así podremos decir que la red es una herramienta al servicio de la sociedad, y no un medio para enriquecerse o estar al servicio de los intereses de aquellos más poderosos.

Reflexionemos, pues, y tratemos de ser prosumidores activos y responsables para que nuestra contribución en la red ayude a construir una Sociedad del Conocimiento lo más inclusiva, respetuosa y nutritiva posible.

Fuentes consultadas:

[1]En inglés, los “R.O.A.M. Principles”: human-Rights based, Open, Accessible Internet governed by Multi-stakeholder participation.

[2]Se puede consultar la variada lista de participantes de la primeraconsulta (del 14 de junio al 31 de octubre de 2017) así como de la segundaconsulta (del 1 de diciembre de 2017 al 15 de marzo de 2018).

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