Diálogo de una lingüista y una pandemia

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By  Cristina Perez Cordon

Seguro que en las últimas semanas has visto imágenes similares a estas circulando por las redes sociales. Son ilustraciones de personal sanitario que muestra su lado más valiente en la lucha contra la COVID-19 y su lado más humano para paliar la angustia de aquellos que la sufren. ¿Sabías que hay una explicación a las mismas en una obra del siglo IV antes de Cristo? Si como yo, tienes curiosidad por saber cuál es, te invito a que sigas leyendo.

lustraciones del artista iraní Alireza Pakdel IG @alirezapakdel_artist

El filósofo griego Platón, en su novela Apología de Sócrates, decía que los médicos (yo diré “el personal sanitario” para ser más inclusiva) deben tener dos cualidades. Por un lado, la aptitud que le dan sus conocimientos y habilidades para curar (tekné en griego). Es decir, debía ser un buen técnico. Y, por otro lado, la actitud de una persona que cuida a otra (medeos en griego), la cual se manifiesta a través del lenguaje verbal y corporal.

En otras palabras, según Platón, un buen médico debía tener aptitud y actitud, debía ser capaz de “curar” con su técnica y conocimiento, y de “cuidar” con sus palabras y sus gestos. Una persona enferma necesita, pues, no solo sentir que está en buenas manos, que su médico sabe, sino también sentir que le importa. Así, los aplausos del equipo médico del Hospital General de Castellón (Valencia, España) a la primera paciente de coronavirus que abandonó la unidad de cuidados intensivos representan a la perfección la cura y el cuidado, la aptitud y la actitud, la técnica y el lenguaje. Al fin y al cabo, el cuidado de nuestra salud física y mental es tan importante como el cuidado de nuestra alma.

Cuestión de definición: epidemia vs. endemia vs. pandemia

En estos momentos nos estamos enfrentando como colectivo mundial a uno de los momentos más tensos y duros de nuestra vida: el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró la COVID-19 como pandemia. En ese momento, el mundo tal y como lo conocemos se paró para reorganizarse de acuerdo a un nuevo orden de prioridades. Así, la salud tomó el primer lugar frente a la economía en cualquiera de sus manifestaciones, algo impensable hace algunas semanas.

Es cierto que virus ha habido siempre, pero ¿por qué es diferente la COVID-19? ¿Por qué el mundo está en pausa? Nunca me atrevería a dar una explicación médica porque no es mi campo de conocimiento. Sin embargo, como lingüista, me gustaría aportar la definición de tres palabras que pueden arrojar luz en este sentido: epidemia, endemia y pandemia.

Una epidemia es la extensión rápida de una enfermedad durante algún tiempo en uno o algunos países (por ejemplo, la gripe común). Una endemia es una enfermedad que aparece durante determinadas épocas en una región concreta. Es, por así decirlo, una enfermedad “típica” de una zona (por ejemplo, la malaria o el ébola en determinadas regiones del continente africano). Una pandemia es, sin embargo, una epidemia que brota y que se extiende a nivel mundial. La pandemia nos coloca a todos en el mismo barco, y ya no vale aquello de salvar a “mi” gente, porque ahora hay una solidaridad impuesta y “tu” gente somos todos: dependemos los unos de los otros para salir adelante, sin importar fronteras ni nacionalidades.

Con el panorama actual, yo sabía que el diálogo entre la pandemia y la lingüista era cuestión de tiempo. Quienes me conocen saben que no puedo evitar analizar cada pedacito de forma de comunicación que surge a mi alrededor. Lo cierto es que la situación actual ha hecho brotar un caos bastante paradójico: por un lado, una parte de la población permanece estática, confinada e inmóvil en su cuarentena; por otro, el sector de la población que trabaja en los servicios esenciales lleva una actividad frenética e incansable para intentar salvar vidas. Es una realidad nueva, y una de las características inherentes del lenguaje es, precisamente, ser un reflejo de la realidad. Por ello, no es de extrañar que hayan surgido formas de comunicación diferentes, algunas más acertadas que otras.

Desaciertos
Uno de los conceptos que más me está llamando la atención es el de distancia social, especialmente porque es falso. De hecho, nunca antes habíamos estado tan conectados ni habíamos habitado por tanto tiempo en los espacios sociales que nos brindan los diferentes medios de comunicación: redes sociales, servicios de telefonía, medios de comunicación de masas, etc. ¡Qué lástima que quienes crearon esta etiqueta no consultaron con una persona experta en comunicación antes de proclamarla a diestro y siniestro! ¿Distancia social? No, gracias, y mucho menos ahora. ¿Distancia física? Sí, toda y más, por mí y por los demás. Supongo que ahora es tarde para promover el término adecuado, pero está bien, podemos hacer esa concesión. Otro desacierto mucho más desafortunado es llamar a esta pandemia el “virus chino”, ya que no representa la escala global de la pandemia y, además, abre la puerta a la estigmatización de un colectivo de personas. El tema da para largo y necesita más que algunas frases, así que merece una publicación aparte.

Nacimientos
Otro fenómeno que se ha producido en las últimas semanas es, como era de esperar, el aumento en la lista de neologismos temporales (es decir, palabras de nueva creación durante la pandemia). Un buen número de ellos se recogen en las redes sociales bajo la etiqueta #covidcionario, creada por el pediatra español Alberto García-Salido. Algunos son: covidiota (formada a partir del inglés covidiot), para referirse a una persona que ignora la distancia física y/o una persona que compra compulsivamente productos que no necesita, dejando al resto sin provisiones básicas; balconazi, para denominar a una persona que ejerce de policía desde su balcón, insultando a quienes circulan por la calle sin tener derecho a hacerlo, según su entender; coronacoma, para referirse al momento catastrófico que está viviendo la economía; o coronials, para denominar a bebés nacidos o concebidos durante la pandemia.

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Romances lingüísticos
También se han creado parejas inesperadas, y no de personas, evidentemente. Estoy hablando de palabras que antes no nos imaginábamos juntas y ahora se pasean de boca en boca con el alivio de saber que, a su manera, están ayudando a gestionar mejor la situación. Bueno, rectifico un poco aquí: seguro que estas colocaciones (así se llama en lingüística a las palabras que se combinan con cierta estabilidad) ya eran usadas por algunas personas expertas, lo que quiero decir es que ahora somos las personas “de la calle” quienes las usamos con relativa frecuencia. Desde “aplanar la curva” hasta una de mis favoritas, “presupuesto corporal”. Esta última se utiliza para hablar de cuánta energía tienes, cuánta puedes permitirte gastar y cuánta necesitas reponer o ahorrar. Está muy relacionada con los amplificadores o reductores de estrés: cuando tu presupuesto corporal es bajo, no deberías estar cerca de amplificadores de estrés (por ejemplo, no deberías llamar a esa persona que sabes que te va a decir que de esta no salimos vivos).

Hablando de llamar. Uno de los fenómenos comunicativos de esta pandemia ha sido el aumento del uso de la videollamada. ¿Por qué? Hay, en mi opinión, dos explicaciones de base. Por un lado, el ser humano es un ser social por naturaleza. Estamos diseñados para convivir y está comprobado que el aislamiento es antinatural y produce efectos negativos en las personas. Como decía Aristóteles (384- 322 a.C.) en su libro Política, “el ser humano es un ser social por naturaleza (…) El que no puede vivir en sociedad, o es tan autosuficiente como para no necesitarla, no es un miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios”. Hay, además, otra razón relacionada con el hecho de que gran parte de nuestras conversaciones ahora tienen un mayor componente emocional. Según el psicólogo alemán Albert Mehrabian (1939-presente), en las conversaciones de tipo emocional, las palabras solo tienen un peso del 7%, mientras que el 55% del peso de la comunicación (¡más de la mitad!) recae en el lenguaje corporal: la mirada, las expresiones faciales, los gestos que hacemos, la postura corporal que adoptamos, etc. Teniendo esto en cuenta, no es de extrañar que la gente esté optando por la videollamada por encima de otros canales de comunicación: simplemente lo necesitamos.

Reflexión final
Me gustaría concluir esta publicación haciendo una doble invitación. Por lado, una invitación a la calma, a no dejar que el miedo se haga viral, y a no confundir el pánico con responsabilidad social. Por otro lado, una invitación a hacer un ejercicio de valoración: apreciemos, ahora más que nunca, otras formas de comunicación con las personas con las que hacemos cuarentena (abrazos, mimos, risas, miradas,…) y con aquellas con las que no podemos estar físicamente (videollamadas, envío de poemas, de canciones, de fotos, de aplausos, de silencios,…). Todo gesto amable suma, ayuda y contribuye, por pequeño que sea: ¡piensa cuál va a ser el tuyo!

Fuentes consultadas:
https://as.com/diarioas/2020/04/08/actualidad/1586370644_336757.html
https://www.dictionary.com/e/s/new-words-we-created-because-of-coronavirus/#1
https://www.merriam-webster.com/words-at-play/new-dictionary-words-coronavirus-covid-19 https://www.newyorker.com/magazine/2020/04/13/a-temporary-moment-in-time
https://apnews.com/d7b3035038a786d4aaed35e9b672a9d2

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